Creemos que la vigilia y la psicocosmología mitopoética de los sueños son estados ajenos entre si, sin embargo se entretejen de maneras curiosas.
–Sword and sorcery
Toda cultura tiene un comienzo, aunque ese comienzo no sea el esperado.
“Las historias Indigenas antiguas narradas con palabras o con imágenes, cuentan que el pueblo que fundó la gran Tenochtitlan, los Mexicas, vinieron hace mucho tiempo de un lejano y misterioso lugar, situado hacia el norte, su nombre, Aztlán, lugar de garzas, lugar de blancura, una tierra rodeada de agua donde vivieron mucho tiempo. En Aztlán edificaron un Teocalli en el centro de esta isla, un templo dedicado al agua y al fuego. Alrededor del templo estaban repartidos los barrios que constituían este pequeño mundo, una pareja, la diosa Chimalman y su esposo regían el destino de los Aztlanecas o Aztecas, del otro lado del agua se elevaba un monte cuyo nombre, Colhuacán, dentro del monte había una cueva a la que acudían frecuentemente los aztecas, para ofrendar ramas verdes de axoyatl, a su dios Huitzilopochtli, atravesaban el agua para rendir culto al dios dentro de la cueva del monte."
No se puede decir mucho de Aztlán que no se haya dicho antes. Es ese misterioso lugar entre las nubes que dio origen a una de las naciones nativas mas grandes que poblaron el continente americano, ese lugar que tantas disputas reclama, ese lugar inquieto que se mueve, que no se deja nombrar, ni definir, ese lugar al que tantos quieren pertenecer, que se encuentra en distintas partes del continente americano, hay quienes lo sitúan en el centro de México, en el Bajío, o al norte, hay quienes dicen que se encuentra aún más allá, en los territorios de EEUU. Lo cierto es que hace honor a su inefable naturaleza, un fantasma que se niega a ser atrapado, definido, pero que no desaparece y se torna perpetuo en la conciencia humana.
Ese esquivo lugar que incluso ha encontrado refugio en mentes extranjeras como Max Brooks y su libro Guerra mundial Z. Ese lugar que como una bestia mítica posee siete ojos, de donde salieron sus miles de pobladores, en una travesía peligrosa que los llevaría a su nuevo hogar. Las bien conocidas siete cuevas, buscadas y rebuscadas en cada uno de los posibles candidatos a ser confirmados como la mítica Aztlán. Hay quienes buscan cada accidente geográfico que concuerde con las descripciones y al final más de un lugar encaja con la descripción y al mismo tiempo ninguno lo hace por completo.
Los humanos somos producto de mitos de forma bastante literal, nadie jamás podrá conocer el momento en que la conciencia comenzó a formarse en el cerebro de los protohumanos, nadie nunca podrá llegar a ese momento de blancura en que nuestra mente inquieta fue despertando hasta llevarnos a esta existencia alternada de sueños y realidades. Y sin embargo todas las culturas relatan ese momento en que los dioses decidieron tocar al humano. Ni siquiera la ciencia alcanza a describir esa chispa inquieta en que la mente comienza a preguntarse sobre si misa, y entre todas esas miriadas de relatos, ninguno esta completamente errado. Así que es natural asumir que así nacen también las culturas, en un trasfondo desenfocado de sueños y realidades que nunca podrán ser enteramente definidos.
No podemos con ojos modernos dar sentido a un mito antiguo, no porque no tengamos la capacidad intelectual de hacerlo, sino porque carecemos del referente simbólico para interpretarlo. Nuestra visión moderna nos impide leer claramente lo que los antiguos intentaban decir, usamos símbolos o figuras casi poéticas en sentido literal y lo que creamos como respuesta son distorsiones que no terminan de mostrarnos las respuestas que esperamos, es por eso que lugares mágicos como Aztlán son siempre elusivos, porque no encajan en nuestra interpretación moderna, porque hemos perdido el soñador que nos hable del significado, porque las significaciones aún de los elementos más comunes van cambiando con el tiempo.
No creo que sea posible localizar con precisión Aztlán, no en el sentido que esperamos, sin embargo, no creo que Aztlán se encuentre muy lejos, pero de nuevo, no en el sentido que le dieron aquellos sabios de antaño, ahora mismo ese lugar está siendo resignificado por nosotros y nuestra búsqueda del lugar de las garzas, muy probablemente como un refugio, un lugar donde aguarda el espíritu de grandes naciones, un recuerdo de la sangre original, lo que nos dió parte de la identidad como nación; ese lugar donde nuestra imaginación vaga visitando el tiempo que tanto anhelamos presenciar, donde las aves eran sagradas mensajeras de los dioses, donde se danzaba para hablar con lo divino; donde trinaban las flautas de barro, donde el caracol sonaba poderoso acompañado de grandes huehuetl entre las densas selvas y bosques de aquel magnifico lugar, Nuestra tierra ..."donde vivimos los hijos de ellos, los nietos, hermanos, bisnietos, tataranietos, descendientes quienes tenemos su sangre y color, lo vamos a decir lo vamos a comunicar, a quienes todavía vivirán, habrán de nacer, los hijos de los mexicas, de los tenochcas". Siempre regresaremos a Aztlán.
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